Hoy hace un año, mientras ordenaba un cajón todo comenzó a temblar, un pequeño susto como otras veces pero en esta ocasión todo fue diferente.
Los vecinos se habían echado a la calle y contemplaban pequeños cascotes, rotura de tuberías, etc. Nos dimos un paseo por el barrio y volvimos a casa a recoger todo lo que se había caído.
Dos horas más tarde, la tierra volvió a temblar y a rugir, un ruido ensordecedor nos avisaba de que nada iba a ser igual después de esos segundos. Abrazada a mis padres, junto a la puerta de mi casa, en una quinta planta en donde todo se movía pensé que nos iríamos hacia abajo, que el piso se derrumbaría, gracias a dios no fue así, salimos a la calle y en cuestión de 5 minutos toda la familia estaba reunida a los pies de una montaña cercana.
Agradecí que mi cuñado nos nos dejara ir a mi hermana y a mí a un curso de automaquillaje que estabamos haciendo, porque sino nos habría pillado por la calle, lejos de casa y de la familia.
Vecinos, amigos y familiares todos reunidos y eclipsados por lo que había pasado, esperábamos en silencio a que pasara el tiempo. Hablaban de que una hora más tarde habría otro, todos decíamos que eso no se podía precedir pero también todos mirábamos a los perros y animales que nos acompañaban por si nos avisaban con su sensibilidad para estas cosas.
El silencio se había apoderado de nosotros, tan sólo se escuchaban pequeñas riñas entre matrimonios por querer volver a las casas a por cosas y discutir, todavía me acuerdo como mi primo con cinco años me preguntaba la hora para saber cuándo iba a venir el próximo. Fue horrible. Pronto empezaron las sirenas y a llegar noticias de que había fallecidos y se había derrumbado un edificio.
Nos fuimos andando hacia las afueras de la ciudad, abandonando nuestras casas, nuestras vidas sin saber que iba a pasar, mis tíos nos recogieron y dormimos en sus casas. A la mañana siguiente volvimos a Lorca y empezamos a ver el desastre y empezó la agonía, esperar a que arquitectos y técnicos de la U.M.E. (Unidad Militar de Emergencias) valorara nuestras casas para saber si podíamos entrar de nuevo en ellas.
Por suerte ni mi casa ni la de mis familiares y amigos más cercanos sufrieron muchos daños, algunos pilares fisurados y daños en fachadas, escaleras y paredes.
Después empezaron a venir las máquinas para derribar edificios y empezaron a caer como fichas de dominó, mi barrio ya no es lo que era, faltan casas y la iglesia, pero lo más importante es que faltan los vecinos, la vida. El barrio lleva un año triste y abandonado, esperemos que pronto volvamos a verlo como antes.
¡Ánimo vecinos de La Viña! ¡Ánimo Lorca!
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